Cada vez más, Lima se está convirtiendo en una de las capitales importantes de la región a nivel cultural, básicamente en oferta, puesto que productores, asociaciones y empresas privadas ven la forma de invertir en nuestra ciudad para traer grandes espectáculos y propuestas novedosas ‘a la europea’. Una de estas fue La Noche en Blanco, un evento en donde la gente pudo acercarse al arte de manera sencilla, gratuita y también un tanto fugaz. Nuestra ciudad se convierte así, y desde el 2008, en la primera ciudad fuera de Europa en hacer su propia Noche en Blanco.
En contra de este evento, el sábado por la tarde aparecieron algunos chistes sobre lo que iba a suceder por la noche, uno de ellos decía “Ay sí, me voy a la Noche en Blanco y el resto del año no piso un museo ni por error”. Y aunque la broma suene pesada o resentida, invita a la reflexión sobre el consumo de arte en nuestro país… o nuestra ciudad, para delimitar más la situación.
Ya lo advierte -un tanto apocalíptico- Vargas Llosa con su Civilización del Espectáculo, y no aplicándolo a un plano nacional sino mundial: estamos en un momento en que mayor importancia tiene lo vulgar y bajo frente a la comprensión, aceptación o sencillamente la curiosidad por el arte y la cultura. Y lamentablemente el Perú, tras los catastróficos diez años de televisión basura entre 1990 y 2000, la situación no ha cambiado casi 20 años después.
A todo esto, hay que agregarle el lamentable sentimiento de inferioridad que se mantiene en muchas personas del país, enraizados en doctrinas retrógradas o por simple desconocimiento que los hace mantener un rencor post-colonial y les impide encontrar la identidad propia y el amor a la cultura, lo que deriva, posteriormente, en una alienación hacia lo extranjero.
Y no se está hablando aquí de la creación artística sino -citando a Umberto Eco- “del modo de disfrutarlo” (esto es una tendencia mundial). Por ello, la gente recibe y acepta el arte, pero no lo asimila como debiera ser.
Ante lo dicho, no hay que gastar energías reflexionando por qué se hizo o no una Noche en Blanco y por qué se cerró o no el tráfico en la ciudad, sino en cuánto sabemos y cuánto estamos dispuestos a conocer de la cultura del arte. Si bien la televisión no nos ayuda, el Estado muchas veces se muestra reacio en financiar al arte y las grandes empresas invierten su dinero en negocios más ‘rentables’, solo queda en cada uno dedicarle un poco más de tiempo a las manifestaciones que son capaces de explicarnos sobre nuestra esencia, sobre nuestra naturaleza humana. De este modo, la gente tendría una perspectiva más crítica frente a lo que un artista le presenta, aunque para ello también debe ampliar su bagaje viendo, tocando y escuchando.
El punto positivo de todo es que, más que antes, nuestro país parece mostrarse interesado en la cultura. Esperamos que esto no quede simplemente en el consumo.